El 2 de noviembre se celebra en todo el mundo el Día de los Fieles Difuntos, popularmente llamado Día de los Muertos. Es una celebración cristiana cuyo objetivo es orar por aquellos fieles que han acabado su vida terrena y, especialmente, por aquellos que se encuentran aún en estado de purificación en el Purgatorio.
La edición de 1910 de The Enciclopedia Británica declara que el Día de los Difuntos es el día designado en la Iglesia Católica Romana para la conmemoración de los difuntos fieles. La celebración se basa en la doctrina de que las almas de los fieles que al tiempo de morir no han sido limpiadas de pecados veniales, o que no han hecho expiación por transgresiones del pasado, no pueden alcanzar la Visión Beatífica, y que se les puede ayudar a alcanzarla por rezos y por el sacrificio de la misa.
Ciertas creencias populares relacionadas con el Día de los Difuntos son de origen pagano y de antigüedad inmemorial. Así sucede que los campesinos de muchos países católicos creen que en la noche de los difuntos los muertos vuelven a las casas donde antes habían vivido y participan de la comida de los vivientes.
La tradición de asistir al cementerio para rezar por las almas de quienes ya abandonaron este mundo, está acompañada de un profundo sentimiento de devoción, donde se tiene la convicción de que el ser querido que se marchó y pasará a una mejor vida, sin ningún tipo de dolencia, como sucede con los seres terrenales. Es tradición comenzar a armar altares, una mesa o estante, con ofrendas para las almas que retornarán a la noche a comer y beber todo aquello que gustaba a los parientes difuntos.
En los altares no faltan las fotografías, ofrendas de pan con formas de cruces, palomas, figuras de mujer o varón, ángeles, confites y platos preferidos, bebidas, para que en esta fecha al mediodía, luego de la visita al cementerio, las familias se sientan a comer en honor a los seres queridos.
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